Lorenzo Peirano




Lorenzo Peirano es un poeta chileno nacido en Santiago de Chile, en 1962. Entre sus libros de poesía destacan: Respirando callejones (1990), El solitario de mis naipes (1995) y Quisiera haber dicho (2010). Ha colaborado en las revistas Pluma y pincel y en "Artes y Letras" de El Mercurio. Sus poemas han sido publicados en revistas, periódicos nacionales e internacionales y en antologías de la poesía chilena.



Yo soy el hijo de Kafka

                                        A Mauricio Ramírez Pino

Yo soy el hijo de Kafka
que sigue presente
en cada ciudad de hierro y azufre,
en cada estridencia de papeles terribles.
Yo soy el niño judío,
similar a un tormento,
descrito y borrado,
borrado y descrito,
que apenas conversa,
que apenas recuerda.
Yo soy el hijo de Kafka
muerto a los siete años de edad.
(Pude haber sido el muchacho de Auschwitz.)



Se veían muertos

                                        A Roberto Sánchez R.

Se veían muertos
y flores siemprevivas,
pero a nadie le importaba,
porque los esclavos de los huesos
ocultaban su presencia.

Ese día
yo caminé maltratando mi pasado
y haciendo preguntas infantiles;
ese día
yo quise no escribir
para imitar a los que ríen sin descanso.

Se veían muertos
y cruces oxidadas,
pero todos se calmaron
porque un grupo de muchachas
pasaba por ahí.

No recuerdo más,
no recuerdo más,
después vinieron           golpes de cerveza.



He pegado en los muros de mi cráneo


He pegado en los muros de mi cráneo
un rostro de mujer con antifaz,
y no he querido suicidarme
aunque mis manos se lamentan.
Balbucear, impregnar los bares con temblores
y decidir por todos los muertos del planeta,
no son tareas que yo acepte.
No finjo preguntas, mi Señor,
como tampoco visito las iglesias.
Blasfemo me dicen las gargantas,
eres un blasfemo irremediable,
            y usted sonríe.
Hay tiempos y canallas que he borrado,
quemaré todos mis retratos,
todos mis aullidos de una vez.
Como ve, Señor,
estoy en un mes opaco
sacudiendo el polvo de mis versos.



Has bebido agua de cementerio


Has bebido agua de cementerio
y has caminado por la última calle.
Las calumnias te hielan
y desorientan tus huesos.
Ya no hay campos que ames
ni familias, ni sangre.
Has bebido y lo has olvidado.
Tu inclinación son las redes
y tu desnudez es hablar.



No insultes a esos muertos


No insultes a esos muertos,
porque a ellos nada les importa.

Tu memoria es trágica,
buscas y miras
lo que ya no eres.

Si tropiezas tal vez caigas
en un suelo de esqueletos.

No insultes a esos muertos,
son fotografías que se rompen,
que apenas distinguen la llovizna.



Los que han sido pena y movimiento


                                         A Pilar Pallaviccini
                                        «...todo poema es un epitafio».
                                        T.S. Eliot

Los que han sido pena y movimiento,
los que uno conoce, mueren de repente,
y es mejor detenerse en una calle
y no entrar a casas que pronto caerán.
Por sobre tiempos desdichados,
por sobre tiempos enemigos de la sangre,
anduvo una mujer que ha muerto sin abrazo.
Hoy la conducen al epitafio y a los rezos,
hoy la mencionan, pero la tierra se acomoda.
Es mejor detenerse en una calle
y no entrar a casas que pronto caerán.
Cada alimento es un engaño,
cada familia es un cortejo detenido algunas veces.



Ocultan


Ocultan sus pertenencias
para no ser importunados.
Dejan en sus puertas
peces y oraciones.
Desconocen a sus hijos,
acostumbran a reír
cuando la sangre es abundante
y la mujer no puede respirar.
Caminan juntos, protegiendo llagas y locuras.
Son groseros y vomitan cerca de los muertos.
En sus camas hay vacío,
cuelgan fotografías tomadas a muñecas
e ignoran la ley de la ternura.
Sobran como demonios o tristezas.
Si duermen son despojos
si se inquietan son delitos.